¡Buenos días, queridos surcadores de letras! ¿Cómo van vuestras lecturas? Supongo que ahora con la cuarentena, avanzaréis más rápido. Estamos viviendo un hecho histórico en todos los sentidos. Esperemos que se solucione lo antes posible y mucho ánimo a aquellos que tenéis que seguir yendo al trabajo, a los dependientes de los supermercados, a los farmacéuticos y a los sanitarios. Bueno, después de esta breve (y necesaria) introducción, vamos a pasar a la reseña. Se trata del libro:
Título: Firmin. Aventuras de una alimaña urbana
Autor: Sam Savage
Editorial: Seix Barral
Encuadernación: tapa blanda
Páginas: 222
Argumento: Nacido en el sótano de una librería en el Boston de los años 60, Firmin, aprende a leer devorando las páginas de un libro. Pero una rata culta es una rata solitaria. Marginada por su familia, busca la amistad de su héroe, el librero, y de un escritor fracasado. A medida que Firmin perfecciona un hambre insaciable por los libros, su emoción y sus miedos se vuelven humanos.
Original, brillante y llena de alegorías, Firmin derrocha humor y tristeza, encanto y añoranza por un mundo que entiende el poder redentor de la literatura, un mundo que se desvanece dejando atrás una rata con un alma creativa, una amistad excepcional y una librería desordenada.
Una obra maestra. De lo mejor que he leído en años. Firmin llegó a mis manos de la manera más tonta, un día cualquiera, pero cuánto me alegra tenerlo en mis estanterías. Y pensar que el autor se lo tuvo que autopublicar... madre mía, qué disparate. Sam Savage murió precisamente en enero de 2019, y fue filósofo, escritor, profesor, además de carpintero, mecánico de bicicletas, pescador y tipógrafo. Sí, un perfil de lo más variopinto. Firmin es su novela más reconocida (las otras obras que ha escrito no las he leído). Fue la primera que publicó. Y el hecho de que esté protagonizado por un animal nos puede hacer recordar a las fábulas de la Antigüedad (esas que dábamos en la asignatura de Griego jaja).
Firmin es una rata. En principio, no debería destacar de entre las otras ratas. Fue el décimo tercero de la lechigada, el último, y era el más raquítico. De hecho, su madre contaba con doce tetillas y él apenas probó bocado. Su hambre le hizo tomar una decisión curiosa y temeraria a partes iguales: comer páginas de libros (por suerte, había nacido en una librería). Poco a poco, sus hermanos irían yéndose de la librería para seguir con su vida de rata, pero Firmin decidió permanecer donde había nacido (no por tener bonitos recuerdos de su infancia, sino porque empezaba a cogerle gustillo a comer libros). A partir de ahí, acompañaremos a Firmin quien, desde su punto de vista, vamos descubriendo cosas que, tal vez para nosotros, no tengan mayor significado, pero que para él es todo un mundo (sobre todo sensaciones, sentimientos, deseos... todo lo que podemos plasmar en un libro y que las ratas no viven, lo desconocen.).
El final necesité asimilarlo varios días. Una historia tan potente, tan mágica y real al mismo tiempo, cuanto menos su final tiene que estar a la altura. Y si bien quizá hubiera querido algo más de precisión, reflexionándolo bien, me pareció un final adecuado y satisfactorio. Al final, el autor añade una Nota en la que explica que, si bien la historia es inventada, los lugares que visita Firmin eran/son reales (Plaza Scollay, cine Rialto, teatro Old Howard...). El autor explica que algunos se derruyeron, y eso le da un aire de nostalgia muy grande.
Así que, si más en estos días, dudáis qué leer, Firmin puede ser una buena opción. Porque a simple vista, trata de las aventuras de una rata, pero es mucho más. Yo todavía creo que, a día de hoy, todavía no he logrado encajar todas las piezas, pero muy posiblemente se trate de una gran metáfora. Firmin os llegará al corazón y se instalará ahí una vez le conozcáis (es adorable). El resto de personajes son... digamos... carismáticos, especiales, pero no olvidemos que se trata de las impresiones que tiene Firmin, así que... Con Firmin, el autor pretende poner de manifiesto las contradicciones a las que nos enfrentamos, la hipocresía, nuestro comportamiento. Además, deja claro el amor que siente Savage sobre el mundo de los libros, de las letras. Es una novela corta, no tiene apenas diálogos pero os aseguro que eso no os debe recelar. Las páginas pasan volando.
Os deseo un feliz domingo.
#YoMeQuedoEnCasa
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